22:30, Sants Estación, un hombre camina con un trolley en el que lleva un portátil, sus cables de conexión, una libreta, un iPod 4G que usa como disco duro portátil, una PDA Qtek, sendos cables de conexión y un puñado de cansancio acumulado de toda la semana laboral.

Acaba de tener una conversación bastante distendida pero preocupante con su jefe de proyecto, uno de los integrantes del equipo de trabajo tiene un carácter muy difícil de llevar y hay que buscar soluciones a una situación cada vez más difícil de llevar.

Está particularmente preocupado además por su devenir profesional, ha pedido un cambio de división, quiere abrirse a otro tipo de vertiente en su empresa, algo que le preocupa porque sabe que dejará de tener una posición cómoda en un tema que domina y pasará a estar en un período de adaptación a las tareas y proyectos de la nueva división.

Enfrascado en estos pensamientos no se da cuenta que la andana cada vez está más poblada de adolescentes, al principio piensa que serán extranjeros que vuelven a sus localidades en la costa, pero pronto se percata que está equivocado y piensa que quizás sean de algún colegio, ¿a esas horas? imposible.

El hombre mira impacientemente su reloj y se desespera cuando ve en el letrero luminoso que el tren que estaba esperando que debía pasar a las 22:33, es sustituido por otro hacia otro destino y que llegará a las 23:03. Hace un cálculo de a qué hora llegará otro tren hacia su casa y el resultado le come las últimas pizcas de ánimo que le quedaban. Gira sobre sí mismo y ve que la andana está atiborrada de adolescentes y rápidamente lo comprende todo, es viernes por la noche y está rodeado de críos con ganas de marcha, algunos con vasos de plástico en la mano y con brevajes y olores de lo más variado. Vuelve a clavar la vista sobre el letrero luminoso y un azote de alivio recorre su sien, vuelven a anunciar el tren que estaba esperando, el de las 22:33 y aunque son las 22:35 ve por fin las luces delanteras del convoy entrando en la estación.

Conforme van entrando chicos y chicas al tren él piensa en qué videojuego de la GBA va a ponerse en su iPod touch jailbreakeado, el Advanced Wars le parece una buena elección y fija su atención en la pantalla de 3.5” de su gadget. Al llegar a la siguiente estación, el alboroto le despista un poco pero sigue pensando en el videojuego, intenta relajarse y hacer caso omiso de los gritos que profieren la infestación de críos con cigarros, cervezas y pelotazos en las manos.

A los 10 minutos decide apagar el videojuego, está tan cansado que toca botones al azar, además el ambiente no le ayuda a concentrarse en un juego de estrategia y decide ponerse a escuchar canciones d los Foo Fighters, algo que para él constituye un ritual ya que debe ponerse los auriculares como deben para que bloqueen el sonido exterior que a estas alturas ha crecido más de un par de decibelios.

Todo y colocarse los auriculares de forma correcta y aumentar por encima de los 3/4 el volumen de su iPod sigue oyendo más a los críos que a Dave Grohl, el cantante del grupo, así que por primera vez en su vida eleva todavía más el listón del volumen hasta que se da cuenta que sólo en el máximo consigue bloquear los alaridos de los excitados adolescentes. En el tren siguen flotando el humo y los continuos jueguecitos infantiles de los críos, mientras casualidades del destino en el iPod del hombre, suena a todo volumen The Pretender.

En Vilassar bajan todos menos los más tontos, que creen que el tren parará en Cabrera, cuando es un tren que va a Blanes y por tanto no parará donde creen, llevándoles a Mataró, donde el hombre se baja con su trolley y su iPod a todo volumen, deseando teletransportarse a su cama, ha dejado atrás la marabunta, la inmadurez y se dispone a adentrarse en un sueño reparador que seguramente hará olvidar la última hora de ese día, en la que sus fuerzas y su indignación fueron separándose irremediablemente.