Salgo de la garita del área de servicio, una vez ya he pagado los 50 eurazos del depósito, FontVella sensación manzana en mano y deseando hacer los 20 kms. que distan del hogar cuando de repente oigo tras de mí “Oye perdona, podrías hacerme un favor?” giro sobre mí mismo y veo una chica, crío de pocos meses en brazos, mirándome con cara de pena. Pasa de la treintena, es rubia con mechas morenas, ojos castaños, expresión alterada y me dice “Te vas a reír de mí, o sea, necesito un favor que no sé como pedirte”, ante esto digo marramiau ya se le ha olvidado el monedero o lo que sea y me va a pedir dinero. Reparo entonces que el crío va limpio y aseado, ella va vestida con ropa ultra-pija, tejanos de marca, botas de tacón alto, bufanda fina y jersey del caballito y ahora que me doy cuenta, al hablar ha soltado un o sea , claro indicador de posición social alta. “Mira es que me ha entrado una araña en el coche y a mí es que me da mogollón de asco, a ver si tú podrías matarla”, le digo “Por supuesto” con un ademán de autoridad, mientras me dirijo a lo que ya he identificado como EL CARRACO un pedazo de todoterreno acorde con las maneras de la chica (no recuerdo si era un VW Touareg tope de gama, un Audi Q7 normalito o un Porche Cayenne modelo básico), le pregunto si el bicho es muy grande, ella no responde y entonces también le digo, en tono conciliador e intentando no reír “vamos a ver cómo es el bicho”.

En mi vida sólo habré visto 3 arañas descomunales, la más grande y peluda en casa de mis padres en Sant Vicenç, fue de noche y quizás aluciné o lo soñé pero era grande como mi mano y peluda, a la mañana siguiente ya no estaba. La segunda más grande fue en Calonge donde mis padres tenían una casita con jardincillo y allí vi un bicharraco feo y grandote en una de las paredes, entonces tenía una escopeta de perdigones y el bicho recibió su castigo por ofender y profanar nuestra propiedad. Esta era la tercera en magnitud a la que tenía que enfrentarme. Grande como el dedo pulgar de mi mano, se paseaba por el cristal delantero a placer. “Está ahí… aaaaaay qué ascooo iiiiiiiiiii” (grito de desaprobación y repulsión de nuestra amiga). Yo con tono calmado le pregunto si tiene algún periódico, le digo que con la mano no puedo matarla, me mira como en plan “pero tu no eras el John Wayne que te ibas a merendar el bicho?” y me dice “no, pero espera, vamos a comprar uno allí” señalándome la garita del área de servicio. Le respondo otra vez con autoridad “No, deja que tengo un trapo en mi coche” (creo que me faltó incluir la intersección “muñeca” tras la negativa), así que me giro y me voy a mi coche a buscar el utensilio mientras la oigo tras de mí quejarse “qué asco iiiiiiii” (otro grito más y prometo usar el trapo con su boca en lugar de usarlo para atrapar al bicho).

Vuelvo a su carraco, abro puerta, trapo abierto, movimiento de muñeca, aplastamiento, oigo flojito “ya la tienes, bien” en el cogote como a 5 metros, me doy la vuelta, abro el trapo, lo agito, le digo “ya está”, ella responde algo así como “no sé como pagártelo”, respondo que no hay de qué, me vuelvo al coche, dejo el trapo, cierro la puerta y dejo escapar un sonoro resoplido y un “Hay que joderse”. Carretera y pista mientras pienso… “I’m blogging this”.